No sé cuanto tiempo llevas fumando. Tampoco sé si has sentido ya esa sensación de que llegó el momento de dejar de fumar. De hecho, puede que ese momento haya llegado para ti, aunque tú aún no te hayas dado cuenta.
Darse cuenta de eso no es tan fácil.
No es fácil escucharse cuando una adicción se pone por medio. Es como si la propia adicción no te dejara observar atentamente esas señales que te envía tu propia sabiduría. Y, seamos sinceros, tampoco ayuda estar en una sociedad en la que es casi imposible quedarse en silencio y atenderse a uno mismo.
Pues bien, para que te sea más fácil averiguar si en tu caso ya llegó el momento de dejar de fumar, he recogido las cinco señales más habituales. Puede que no se cumplan todas, pero si te sientes identificado/a con alguna, es muy posible que tu vida / alma / sabiduría / llámale como prefieras te esté pidiendo a gritos que dejes de fumar.
Aviso: no sería extraño que, tras leer este artículo, te des cuenta de que sí. De que has estado evitando lo evidente, acallando tu propia voz. De que llegó el momento de dejar de fumar.
1. Lo sufres más que lo disfrutas
Fumar debería ser un placer, ¿no? De hecho eso es lo que creemos mientras somos fumadores. El placer de esa primera calada, mhhh… El problema es que te empiezas a dar cuenta de que ese placer es, en realidad, como rascarse cuando algo te pica.
Es un placer reactivo a una molestia previa.
Y esa molestia es la que empieza a hacerse pesada. Sentir esa ansiedad previa a fumar, esa irritación cuando te demoras un minuto más de la cuenta, esa vocecilla que a todas horas te pide otro cigarro.
O incluso peor, esa pérdida de control absoluta de no saber ni porqué te acabas de encender otro cigarro, o esa angustia al mirar el cenicero y ver todo lo que has fumado.
Cuando un fumador empieza a sentir estas cosas, fumar empieza a ser una carga más que un placer.
Puedes estar soportando esta carga por muchos años. Seguir abriendo la herida que luego rascarás. Pero al darte cuenta de este engaño, uno de los motivos más grandes por los que sigues fumando pierde toda su credibilidad.

2. Te sientes mal por seguir fumando
Tu tía, esa que fumaba como una carretera, va y deja el tabaco (ahora ha pasado a la categoría de superhéroes para ti).
Los amigos que, de adolescentes, te ofrecieron tu primer cigarro, esos con los que aprendiste a tragar el humo, ya lo dejaron.
Ese vecino con el que coincidíais en el balcón cuando salíais a fumar, hace meses que no sale. ¿Lo habrá dejado también?
Empiezas a sentir que que todo el mundo puede dejarlo menos tú. Y aún sabiendo lo malo que es fumar y que estás poniendo en peligro tu salud, sigues y sigues y sigues.
Y te sientes mal.
No solo por saber que te estás haciendo daño y seguir, sino por sentir que quizás tú no eres capaz, que eres débil, que tienes poca voluntad, que… (cada mente se dice sus cosas feas, pon aquí las tuyas).
Ahora analiza ese sentimiento.
Es una señal de desaprobación brutal hacia tu adicción al tabaco. SABES que DEBES dejarlo, pero la adicción hace que te creas «INCAPAZ». Es lo que hacen las adicciones.
Para combatirlas solo hay una manera: insistirle a tu mente que sí eres capaz de dejarlo (tanto como tu tía, tus amigos de la adolescencia y tu vecino de enfrente) y en lugar de machacarte con tus pensamientos o evitarlos continuamente, demostrarte a ti mismo/a que por supuesto que puedes.
Por supuesto hay muchos recursos que pueden ayudarte en esta misión, ya que una cosa es que puedas y otra es que vaya a ser pan comido. Aquí te dejo una meditación destinada a reducir la ansiedad cuando el mono empieza a llamar a tu puerta.
¡Deseo que te sirva!
3. Hay algunas cosas que te molestan de fumar
Fumar está bastante idealizado durante la primera etapa. Si me permites la comparación, es como un noviazgo, pero de esos que están sentenciados desde el primer día. Te enamoras ciegamente y todo parece perfecto. Incluso cuando tus amigo/as te avisan de que no es agua clara.
«Ellos no le conocen como yo», te dices.
Pero llega un día en que empiezas a ver cosas que ya no te gustan tanto como al principio. Eso que era tan gracioso y encantador empieza a ser irritante. Y lo que te parecía una curiosa manera de amarte, en realidad es una forma de controlarte o de hacerte daño bastante retorcida. Y te ves ahí, enganchada en una relación tóxica de la que parece difícil escapar.
«Ya te lo dije» te recuerda tu amigo/a.
En fin, no se si has vivido esto en una relación de pareja, pero en cualquier caso seguro que sabes a lo que me refiero. Y lo cierto es que ocurre exactamente lo mismo con el tabaco.
El olor -que al principio te parecía tan sugerente- ahora se te pega a la ropa, al pelo y a las manos -por no decir el que se te queda en el aliento. Y ya no te gusta. De hecho, empiezas a aborrecerlo.
Tampoco eso de tener que salir a la calle a fumar con el frío de Enero, el viento de Marzo, el calor de Agosto o la lluvia de Octubre.
Ni tampoco lo de tener que dejar lo que estás haciendo cada dos por tres, para darle al mono lo que te pide.
Como si te amenazara con una cuchilla el muy animal.
No lo negarás, hay demasiadas cosas del tabaco que ya no te gustan como antes. Se acabó la magia.
Y sí, puedes seguir en esta relación tóxica por rutina, o por miedo a salir de ahí y que el monstruo te persiga con todo su arsenal. Pero no es una relación satisfactoria, te está haciendo daño y tú mereces mucho más que eso.
Cuando sientes esto, más vale dejarlo cuanto antes. La vida es corta. ¡No la perdamos!
Reflexión aplicable al tabaco y al amor.
4. Te fastidia sentir la necesidad, y no hacerlo solo por placer
Ya eres consciente de que fumar es un placer muy breve, y que además, es reactivo a un sufrimiento previo (la propia abstinencia, el mono diciéndote «¡dame mas!»).
Vale, pues la siguiente señal va un paso más allá.
Porque al ser consciente de que es el tabaco el que te provoca ese sufrimiento, empiezas a sentirte estúpido/a, como una marioneta. Te das cuenta de que en realidad no sientes placer al fumar. Lo que haces es acallar esa ansiedad, esa necesidad.
Cuando te sientes así, eso ya es una señal luminosa y en mayúsculas en frente de tu cara en la que pone «¿VAS A DEJARLO YA O SEGUIRÁS HACIENDO EL IMBÉC*L?»

Porque, vamos a ver, fumar no es un placer. Es una adicción. No lo haces porque quieres. Lo haces porque estás enganchado/a.
Y parece muy evidente, pero la mayoría de fumadores no lo perciben así hasta que han llegado a este momento, el momento en el que están preparados para dejar de fumar.
5. Te preocupa estar afectando a tu salud
Por último, y sin importar ninguna de las otras señales, si sientes que por culpa del tabaco estás dañando tu salud, eso ya es una señal más que suficiente.
Si eres consciente de que cada cigarro te acerca más a la posibilidad de enfermar, o incluso empiezas a notar cómo eso ya está sucediendo, o cómo influye negativamente en otras áreas de tu vida… Entonces no sigas haciéndote esto.
Mereces tener una vida saludable.
Y déjame decirte que eres el/la principal responsable de que eso suceda. Sólo tú puedes dejar de fumar. Y créeme, si has llegado hasta aquí, es evidente: llegó el momento de dejar de fumar.
En ese caso, me encantará ayudarte a dejarlo. Es lo que hacemos en el Programa de Acompañamiento Online para Dejar de Fumar, al cual puedes apuntarte hoy mismo si quieres.
Tienes todo mi apoyo,
Un abrazo,
Irene

Irene S. Ventura
Psicóloga experta en técnicas de deshabituación tabáquica
Combino las estrategias de la terapia cognitivo-conductual con meditaciones mindfulness, alcanzando así todos los aspectos que intervienen en el proceso: emociones, pensamientos, conductas y actitudes.
¿Te unes al programa?
Si te gusta mi enfoque y quieres que te acompañe mientras dejas de fumar, te invito a consultar mi programa para dejar de fumar.
Durante 8 semanas recorreremos todas las fases, desde la preparación, pasando por el día D, superando e síndrome de abstinencia, hasta llegar a la fase de mantenimiento.
Tendrás a tu disposición meditaciones, ejercicios escritos y retos que te ayudarán a avanzar y a lograr tu objetivo.
Con acceso inmediato y seguimiento via email.