Fumas porque tienes una adicción al tabaco.
¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
Lo pregunto porque muchos/as fumadores/as ni siquiera son capaces de aceptar esta evidencia. De hecho, yo misma, cuando fumaba, creía que fumaba «porque quería», y «que lo dejaría cuando quisiera».
Fumo porque quiero y lo dejo cuando quiera (adicción física al tabaco)
Sabes, esta frase no es del todo errónea: todos los fumadores fumamos porque queremos y lo dejamos cuando queremos. ¡Por supuesto!
Pero eso no contradice en absoluto que, en el fondo de la cuestión, se trate de una adicción.
Por eso, con cierta distancia, me doy cuenta de que la frase realmente sería: «fumo porque la adicción me hace querer fumar» y «lo dejaré cuando quiera abandonar esta adicción«.
Puede parecer un detalle con poca importancia, pero la tiene, y mucha. Fíjate. En el primer caso «fumo porque quiero» pone todo el control en nuestras manos. Y en realidad, en el acto de fumar no tenemos todo el control. Es la adicción la que tiene el control, la que te hace querer fumar.
De hecho, si un día decides que no quieres fumar (tomas tú el control), te darás cuenta en seguida.
La adicción empezará a pedírtelo en forma de pensamientos (me apetece un cigarrito… oye, ya es la hora de salir a fumar… este café te sentaría mucho mejor con un cigarro…), y de sensaciones físicas de ansiedad (inquietud, incomodidad…). Y si no le das lo que te pide, esos pensamientos gritarán aún más (¡quiero fumar!, ¡saca un cigarro!, ¡necesito encenderme un pitillo ya!) y esa ansiedad se hará más evidente (irritabilidad, mal humor, dificultad para concentrarse…)
Te suena, ¿verdad? Y aún así tratamos de creer que fumamos porque queremos.
Repito, no es que sea un pensamiento erróneo. Evidentemente, fumas porque quieres deshacerte de esa ansiedad y de ese mono gritón. Y fumar es la única manera de acallarlos un rato.
Ahí está la trampa.
Y lo de que «lo dejaré cuando quiera», bueno… Más de lo mismo. En realidad lo dejaré cuando quiera dejar de sentir esa ansiedad y ese mono gritón acompañándome cada día y exigiéndome la dosis exacta. Ni un cigarro menos, porque como me salte alguno se pondrán bordes de verdad y empezarán a acosarme a lo bestia.

Lo dejaré cuando quiera tomar el verdadero control de la situación. Lo dejaré cuando quiera -de corazón- dejar de ser adicto. Entonces sí, lo dejaré cuando quiera, incluso sabiendo que me costará, que sufriré y que tendré que superar justo lo que tanto me asusta: la ansiedad y el mono gritón que llevo dentro y que me acompañan desde que SOY ADICTO AL TABACO.
Bueno ahora que ya ha quedado claro que es la adicción la que tiene el control de tu consumo de tabaco, pasemos al siguiente punto.
El tabaco es un gran apoyo / me ayuda / me acompaña (adicción psicológica al tabaco)
No sé si tú lo sientes así, pero yo, cuando fumaba, solía defender el tabaco y pensar bien de él. Teníamos una relación bonita, él me apoyaba en mis peores momentos y celebraba conmigo mis éxitos y alegrías. Incluso me acompañaba en los días más aburridos y apáticos, en esos momentos en los que ni yo misma soportaba estar conmigo.
¿Cómo iba a odiarlo? Mi compañero fiel… Ni si quiera me hacía falta pedírselo. Sin darme cuenta él ya estaba ahí, apoyándome.
¿Verdad que tú también sientes algo parecido? No es extraño. Es una adicción y, como tal, se ha ganado un puesto importante en tu afectividad, haciéndote creer que te hace bien, que es bueno para ti. (Incluso aunque racionalmente sabes que no es así, sino todo lo contrario).
Esto tiene una base biológica. Verás:
Durante toda nuestra etapa como fumadores hemos estado reforzando el circuito cerebral de la Motivación – Impulso. Este circuito activa el procesamiento afectivo, por eso sentimos que «amamos a nuestro fiel amigo, el tabaco».
Pero a su vez, cuanto más repetimos la acción de fumar, más impulsivo se vuelve el acto. Por eso muchos cigarros los encendemos sin apenas pensarlo, Incluso sin que tengamos ganas. ¿Cuándo me he encendido yo este cigarro?, ¿en serio me he fumado cinco cigarros en lo que llevamos hablando?
Y este no es el único circuito cerebral que hemos «hackeado» al fumar. Sigue leyendo para descubrir uno de los más importantes y famosos.
Fumar es un placer
Una frase que seguramente todos tenemos grabada en nuestro subconsciente, y no solo por la dichosa canción de Sara Montiel. Realmente, para un fumador, fumar es un placer.
Y eso es porque al fumar, activamos el circuito de la Recompensa. Al fumar, se libera dopamina, un neurotransmisor que proporciona placer, y que por tanto, recompensa nuestra acción de fumar. Entonces, por muy mal gusto que tenga el tabaco (porque sí, tiene mal gusto, seamos sinceros), lo sentimos como placentero.
Y esa asociación entre tabaco y placer será otro de los grandes gigantes contra los que tendrás que luchar cuando intentes salir de la adicción. Porque te hará creer que te estás perdiendo algo, que dejar de fumar es perderse un placer que tanto te reconforta. Ese placer es lo que no queremos perder. Es lo que nos impide «Querer dejar de fumar».
La adicción al tabaco es la que tiene el control de tu consumo
Como ves, es la adicción al tabaco la que tiene el control de tu consumo. Lo siento, pero tú no lo tienes. Sin embargo, lo que sí tienes es la capacidad de darte cuenta de la manipulación y la dependencia a la que estás sometido/a, y de decir BASTA.

Decir basta a creer las mentiras de la adicción. No fumas porque quieres, fumas porque la abstinencia te obliga. No sientes afecto por el tabaco, es la adicción la que actúa sobre tus circuitos cerebrales para que sientas apego hacia él. Muchas veces ni si quiera eliges fumar, lo haces de manera impulsiva, sin ser consciente. Y sí, sientes placer al fumar, porque así actúan las adicciones, segregando dopamina en los núcleos cerebrales del placer para mantenerte enganchado.
Esta es la manipulación a la que estás sometido/a. Ahora piénsalo dos veces cuando te haga creer cosas buenas sobre él 🙂
Es posible dejar de Fumar
Dicho todo esto, quizás te ha quedado un sabor amargo. Sí tienes una adicción, y eso es jodido. Cuesta salir de las adicciones. Pero se puede. Y por suerte, la del tabaco es una de las más «sencillas», porque el síndrome de abstinencia es soportable. No te pondrás malo/a.
Tendrás algo de ansiedad, un hambre atroz, quizás estarás borde unas semanas. Pero ya está. Lo superarás, y esa ansiedad por fumar desaparecerá. Y esos pensamientos repetitivos sobre encenderte un cigarro callarán.
Te lo prometo.
Así que sí, puedes dejar de fumar cuando quieras. Cuando quieras abandonar tu adicción y ser un poco más libre.
Si ese momento ya ha llegado, te animo a hacerlo con apoyo. Te será mucho más fácil. Tienes toda la información del Programa de Acompañamiento Online para dejar de Fumar.
¡Me encantará verte allí!

Irene S. Ventura
Psicóloga experta en técnicas de deshabituación tabáquica
Combino las estrategias de la terapia cognitivo-conductual con meditaciones mindfulness, alcanzando así todos los aspectos que intervienen en el proceso: emociones, pensamientos, conductas y actitudes.
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