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Transcripción del episodio

En el episodio de hoy quiero contarte porqué cuesta tanto dejar de fumar. 

1. Fumar nos gusta

El primer motivo, y quizás el que más influye al principio, cuando aún estamos dudando sobre si dejar de fumar o no, es que fumar nos gusta. Sí, fumar nos gusta, nos da placer, lo disfrutamos. Y esto tiene una explicación química: cuando la nicotina llega al cerebro, produce la liberación de un neurotransmisor llamado dopamina, que se encarga de provocar sensaciones de placer.

Así que, siendo estrictos, lo que te da placer no es la nicotina en sí misma, sino la dopamina, pero eso a efectos prácticos no importa, ya que una lleva a la otra, y por tanto, para nuestro cerebro, fumar es sinónimo de placer.

Entonces, dejar algo que nos da placer, lógicamente, no es lo más motivador del mundo…

Para superar este primer bloqueo, no nos queda otra: tenemos que aceptar que sí: abandonaremos algo que nos gusta.

Esto solo tiene sentido si hay algún motivo poderoso que te empuja a hacer este “sacrificio”. Porque si no tienes un motivo claro, el placer tirará de ti. A la mínima que tengas un mal día te dejarás llevar por esa necesidad de dopamina que tan fácilmente te proporciona el tabaco.

 En cambio, si realmente hay algo que te impulsa a dejarlo, algo con lo que estás verdaderamente comprometido, entonces serás capaz de soportar esa “falta de placer” inicial, porque sabrás que el fin es mucho más importante, y que la satisfacción de lograrlo te proporciona todavía más placer en forma de orgullo y de bienestar.

Y déjame decirte algo:

Esta sensación de placer la puedes obtener de muchas otras formas. O es que lo único que te gusta en la vida es fumar? Seguro que hay muchas más cosas que también te hacen sentir a gusto.

Por eso, es muy importante que cuando dejes de fumar, trates de ofrecerte alternativas placenteras. Para muchos es el deporte, ya que también libera dopamina y endorfinas; para otros será un chocolate, o una ducha relajante, o un masaje, o un paseo por la naturaleza… Todo esto también provoca una liberación de dopamina en nuestro cerebro, así que de verdad, no pienses que la vida se te volverá gris y sin sentido… Si te proporcionan otras fuentes de placer, verás que al fin y al cabo, el tabaco tampoco era tan especial.

2. Dejar de fumar supone un esfuerzo

El siguiente bloqueo que debemos superar es asumir que para dejar de fumar tendremos que esforzarnos. Y, seamos sinceros, en general no nos gusta demasiado tener que esforzarnos.

Ojalá fuera tan fácil como decir, mañana ya no fumo. Y al día siguiente tan feliz, como si nada.

Pero no. Estamos ante una adicción, y aunque por suerte fumar es una de las adicciones más “sencillas” de abandonar, no deja de ser una adicción. Y eso significa tener que superar un síndrome de abstinencia, que de nuevo, es de lo más leves y llevaderos dentro de todas las adicciones, pero igualmente, es duro, no vamos a negarlo.

Para poder superar este bloqueo, necesitamos mucha motivación. La motivación es una fuerza, es un motor que nace de dentro y que nos empuja a lograr un objetivo, e ir superando los obstáculos que encontramos en el camino. Así que debemos reforzar al máximo esa motivación para que nos ayude a superar el esfuerzo inicial.

Es importante que nos enfoquemos en el porqué estamos dejando de fumar, por qué estamos dispuestos a superar esta dificultad, a dónde queremos llegar, y no perder de vista ese objetivo

Recuerda que el esfuerzo más importante se realiza durante las primeras dos o tres semanas, que es cuando tienes que estar “en lucha” con tu mente, que continuamente te estará recordando que fumes. Pero pasadas esas primeras semanas, verás que cada vez es más llevadero, por tanto, es un esfuerzo, sí, pero no es eterno. Cuantos más días llevas sin fumar, más leve será todo.

El único peligro es que tu motivación también podría ir disminuyendo a medida que pasa el tiempo, así que te conviene seguir alimentándola, seguir enfocándote en ese objetivo al que quieres llegar.

Hasta ahora hemos hablado de cosas relativamente superficiales: placer, y esfuerzo. Pero hay algo mucho más profundo y que muchas veces nadie nos cuenta, y que justamente es algo que termina siendo nuestro talón de aquiles:

Dejar de fumar exige afrontar aspectos emocionales difíciles

Es algo de lo que se habla poco. Dejar de fumar nos pone frente a nuestros propios demonios. Porque no solo fumamos por placer. Fumamos para gestionar emociones que nos desbordan.

Me enfado: fumo. Estoy triste: fumo. Estoy nerviosa: fumo. Me siento insegura: fumo. Estoy impaciente: fumo.

Y cuando dejo de fumar, ¿qué?

Me enfado: y no fumo. Pues, qué hago con ese enfado? ¿Cómo me calmo? ¿Cómo me ayudó? Estoy triste, y no fumo. Pues qué hago con esa tristeza? ¿Cómo me acompaño? Estoy nerviosa y no puedo fumar. ¿Qué hago con esa ansiedad? ¿Cómo la calmo?

Y así con todo. Si te fijas, cuando dejas de fumar te quedas tú solo con tu emoción y con tus propios recursos y habilidades emocionales. 

Mientras fumabas, te daba la sensación de que calmabas ese enfado, esa tristeza, esa ansiedad gracias al tabaco. Pero déjame decirte algo: el tabaco en realidad no hace nada de eso, solo es ese refugio donde tu te permites “escapar”, o te das ese espacio para poder pensar, o desahogarte…

Lo que pasa es que sí, efectivamente, el tabaco crea esa sensación de refugio, de paréntesis en el que nos permitimos tapar con humo eso que nos está doliendo. Y cuando nos encontramos de repente sin fumar ante una emoción intensa, esa sensación de no tener la muleta, de no tener ese refugio puede asustarnos bastante y hacernos sentir tan vulnerables que nos lleve a volver a fumar.

Eso si nos pilla desprevenidos. Por eso en mi programa para dejar de fumar me centro mucho en que desarrolles tus propias habilidades emocionales para atender de manera efectiva las emociones que vayan apareciendo durante el proceso.

Es decir, que cuando llegue ese enfado, ya tengas previsto de qué manera puedes ayudarte, y lo mismo si llega la tristeza, o la ansiedad… 

Y entonces te darás cuenta de que el tabaco en realidad no contribuía a un manejo efectivo de tus emociones, sino que era una especie de anestesia. Y que al dejar de fumar empiezas a desarrollar estrategias mucho más efectivas y por supuesto, saludables.


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Sobre mi


Irene S. Ventura

Psicóloga experta en técnicas de deshabituación tabáquica

Combino las estrategias de la terapia cognitivo-conductual con meditaciones mindfulness, alcanzando así todos los aspectos que intervienen en el proceso: emociones, pensamientos, conductas y actitudes.


¿Te unes al programa?

Si te gusta mi enfoque y quieres que te acompañe mientras dejas de fumar, te invito a consultar mi programa para dejar de fumar.

Durante 8 semanas recorreremos todas las fases, desde la preparación, pasando por el día D, superando e síndrome de abstinencia, hasta llegar a la fase de mantenimiento.

Tendrás a tu disposición meditaciones, ejercicios escritos y retos que te ayudarán a avanzar y a lograr tu objetivo.

Con acceso inmediato y seguimiento via email.