fbpx

Transcripción del episodio

Para terminar esta serie de podcast sobre mi historia, hoy cerramos este ciclo contándote mis primeros meses sin fumar. Especialmente el primer mes y medio, que considero que es el más decisivo con diferencia.

No significa que pasado este mes y medio ya no vayas a recaer, y que si lo superas ya eres exfumador absoluto. No, por supuesto puedes recaer pasado el primer mes y medio. De hecho, pues recaer en cualquier momento. ¡Se dice que un exfumador siempre está en riesgo de recaída!

Pero sí que es cierto que, superada la primera etapa del síndrome de abstinencia ya has superado la parte más difícil, la parte donde más se sufre. Con lo cual, es la más delicada.

Además, más o menos en un mes y medio los nuevos hábitos que has ido adquiriendo ya se han integrado en tu rutina, y ya prácticamente lo haces de manera inconsciente o con poco esfuerzo. Es decir, que todos aquellos antiguos hábitos en los que cada X tiempo fumabas, esos hábitos ya se han ido modificando por otros nuevos.

Con lo cual, esta nueva vida sin fumar ya se ha vuelto bastante normal y eso hace que ya no te aparezca el pensamiento de fumar a cada rato. A ver, sigue apareciendo, pero ya no es tan continuado ni tan insistente. De hecho lo noté mucho entre el primer mes y el segundo: la cosa se relajó muchísimo -en mi caso, no sé como será en el tuyo o en el de cualquier otra persona-.

Tampoco fue tan espantoso como creía

Para mí dejar de fumar fue duro las primeras semanas, pero tampoco fue tan espantoso como tenía yo en mi mente.

Durante la preparación le tenía mucho miedo a las primeras semanas sin fumar, y para mi sorpresa, pues no fue tan duro. Por ejemplo, en ningún momento sentí una ansiedad tipo enfado o tipo estar irritable -también es que yo soy de un carácter muy pacífico, por eso digo que esto es lo que me ha pasado a mí y no significa que a ti te vaya a pasar lo mismo-.

Creo que esta falta de enfado y de irritabilidad fue gracias a la preparación previa que hice. Creo que estas emociones de enfado o de frustración aparecen cuando uno realmente se siente frustrado porque no puede fumar, porque lo ha dejado a desgana, porque en el fondo sí que desea fumar.

Pero en mi caso, como yo estaba súper mentalizada de que quería dejarlo, de que estaba deseándolo, de que era lo mejor que podía hacer para mí, pues no sentía ningún enfado. Más bien lo contrario, sentía como un orgullo de decir «toma ya, que lo estás consiguiendo, vamos».

Un hambre voraz por las tardes

Lo que sí que noté era una hambre que no podía ni controlar, sobre todo por la tarde. Sentía una necesidad de llenar ese vacío, y lo llenaba con galletas, con bombones, y con todo lo que pillara en la despensa.

Pero mira, la verdad, no me preocupaba mucho.

Mi reflexión era que, con tal de no fumar, toda alternativa era buena -a ver, siempre dentro de unos límites-.

Sabía que el hambre pasaría en unas semanas… o eso esperaba. Y mientras tanto, le daría tiempo al mono a que se cansara de insistir a todas horas. Eso sí, también tengo que decir que yo siempre he sido muy delgadita, por eso ganar dos o tres kilos no me preocupaba demasiado. Si hubiera sido otro caso, que tuviera que mantener una dieta estricta por el motivo que fuera, entonces tendría que haber afrontado el mono de otra manera, y en vez de comer tanto pues ponerme a hacer ejercicio, o no sé, atiborrarme a caramelos sin azúcar o a chicles o algo así. Pero como en mi caso no me preocupaba engordar y era lo que me pedía al cuerpo, pues me daba el capricho de comer y comer y comer.

De hecho, en mis planes no estaba el comer, comer y comer. Estaban apuntadas otras alternativas para esos cigarros de por la tarde. Pero luego la realidad es la que manda y a mí, por las tardes, me mandaba comer. Así como por la mañana la infusión o un paseíto rápido me iban la mar de bien y no necesitaba más, por la tarde me daba por comer. Y yo pensaba: «ya es bastante difícil combatir una adicción como para, encima, ponerme a limitar también otros antojos». Y dije… «come, hija, come».

Lo bueno de todo esto es que ese hambre desenfrenado duró como mucho un mes. Luego enseguida volví a la normalidad en la que merendaba algo, como siempre había hecho, y sin más. Y eso fue muy tranquilizador, porque a ver, aunque no me preocupaba mucho engordar pensaba: esto tampoco es muy sostenible en el tiempo y tampoco es saludable… Entonces, saber que en un mes la cosa ya se relajó, pues ya me quedé como «vale, perfecto, no hay problema«.

Además, eso significaba que la fase más dura del mono estaba superada, ya había dejado atrás esa parte más insistente y más ansiosa del síndrome de abstinencia.

Y también quiero decir que ese hambre desmesurado, si lo sientes tú también, tampoco te ha de asustar en plan «ahora que me desenganchado del tabaco me voy a enganchar a comer como una posesa«. No, no creo que te ocurra.

Y en cualquier caso, lo que pienso es:

«Vamos a ir por partes. Dejemos primero la adicción al tabaco y, cuando la tengamos ya superada, entonces nos centraremos en otro reto, como por ejemplo lograr una alimentación consciente y saludable. Pero no intentemos hacerlo todo a la vez, porque entonces sí que nos vamos a desbordar y va a ser imposible ni una cosa ni la otra y acabaremos frustrados, sintiéndonos mal ¡y no! Tenemos que ayudarnos a que las cosas nos salgan bien».

Mi mayor norma: no beber alcohol

Lo que no me permití bajo ningún concepto fue beber alcohol durante ese primer mes y medio.

Sabía que si bebía alcohol perdía una capacidad de autocontrol importante que no me podía permitir. Porque en ese primer mes y medio, pues oye, el mono todavía es muy insistente. Solo falta que te vea un poco débil para que te empiece a machacar y y tú cedas. Entonces, beber alcohol significaba tomar ese riesgo de perder las defensas y olvidar mi compromiso y dejarme llevar por la tontería.

A ver, también te diré eso no significa que no bebiera ni una sola gota en todo el mes y medio. Por ejemplo recuerdo beberme una cerveza un día que habíamos quedado, o una copa de vino, pero ya. Una. No dos, ni tres, ni cuatro. Porque con la primera copa todavía tienes cierto control. Te vienen más ganas de fumar -y además, eso sí, yo lo notaba muchísimo-. Por eso tenía muy claro que más de una no, porque a la que me bebía una ya las ganas de fumar se disparaban a máximos, pero todavía eran tolerables. Si hubiera bebido otra copa más ahí ya me hubiera costado mucho, mucho, MUCHO ignorarlas, y si me hubiera bebido una tercera copa, absolutamente seguro que hubiera fumado.

O sea es que eso lo tenía muy claro, por tanto fui estricta en esto, en no beber. Pero aparte de esta limitación la verdad es que traté de mantener en todo momento una actitud positiva y relajada en todos los sentidos.

Otros recursos para superar las primeras semanas sin fumar

Como recursos, pues ya te digo, tenía mi plan de alternativas a cada cigarro -aunque luego iba un poco a lo que sentía en ese momento-. Y sobre todo lo que me fue muy bien es apoyarme en mis meditaciones y en otras herramientas que como psicóloga conozco para afrontar momentos de cambio o retos como es el caso.

Y luego pues ya, poquito a poquito, fui sintiendo que todo volvía a su cauce y que ya no necesitaba esforzarme para soportar las ganas de fumar y la inquietud.

No sé, simplemente me di cuenta de que esas sensaciones cada vez venían menos a visitarme. Y cuando venían, simplemente las saludaba y amablemente les invitaba a irse ¡y se iban! Ya no tenía que luchar contra esa insistencia sino que me venían y se iban de una forma mucho más ligera.

Prevención de recaídas durante las primeras semanas

Escucha el podcast (min 11.00) para conocer la parte final del episodio, donde te cuento otras estrategias que utilicé para evitar las recaídas durante estas primeras semanas sin fumar, cómo gestioné el hecho de que mi pareja siguiera fumando, y qué opino sobre el equilibrio entre evitar situaciones de riesgo o exponerte a ellas.


No te pierdas los demás episodios del podcast

Este podcast está disponible en la mayoría de plataformas de podcasting. Sígueme desde tu favorita y no te pierdas ningún episodio:


Sobre mi


Irene S. Ventura

Psicóloga experta en técnicas de deshabituación tabáquica

Combino las estrategias de la terapia cognitivo-conductual con meditaciones mindfulness, alcanzando así todos los aspectos que intervienen en el proceso: emociones, pensamientos, conductas y actitudes.


¿Te unes al programa?

Si te gusta mi enfoque y quieres que te acompañe mientras dejas de fumar, te invito a consultar mi programa para dejar de fumar.

Durante 8 semanas recorreremos todas las fases, desde la preparación, pasando por el día D, superando e síndrome de abstinencia, hasta llegar a la fase de mantenimiento.

Tendrás a tu disposición meditaciones, ejercicios escritos y retos que te ayudarán a avanzar y a lograr tu objetivo.

Con acceso inmediato y seguimiento via email.